domingo, 24 de agosto de 2014

Dame invierno en verano y felicidad para el año.

Hace años poco nos importaba la felicidad del prójimo si debíamos arriesgar la propia. Poco nos importaba si lloraba el compañero si era porque nosotros le habíamos superado en nota.

Es raro, porque ahora nos importa demasiado.

Tanto que puedes llegar a perder la vida por ello. Perder la vida porque ella o él te llena, te vacía y te vuelve a llenar. Que te trae loco, que cada noche quieres salir a matar en su compañía y encontrar el final de tu cuerpo en sus labios. Juegas a enloquecer en su cama y a llorar de risa por sus idioteces, o al revés.
Tenemos miedo a perder a esa persona y morimos por perdernos con ella. Queremos que nos traiga tazones de chocolate en verano y helados en enero. Queremos que nos de la vida la vuelta y nos amueble la sonrisa y nos coloree el alma.

Pero el problema viene cuando queremos ser niños siendo mayores, mientras que cuando somos niños sólo pensamos en ser mayores.

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