Otro día nuevo en cama propia y rara. El mismo Sol sigue entrando por la misma ventana que hace nueve meses, pero algo ha cambiado. Alguien ha cambiado.
Yo he cambiado. Hace nueve meses empecé una nueva vida en otra ciudad lejos de casa para cumplir un sueño, un sueño del que pocos pedazos me quedan ya. Triste, sí, pero la verdad siempre duele.
Hace nueve meses entré como una novata desconocida más, con miles de dudas respecto al gran cambio que iba a dar mi vida pero con un gran sueño entre manos: sacar la carrera que llevo cuatro años persiguiendo. Ahora todo es diferente. Por hachazos que yo misma me he dado, lo he echado a perder. Toda una vida luchando para romperlo a la mínima. Estúpida cría de 18 años. Creía que esto iba a ser coser y cantar, cuando era mentira. Era un trabajar y trabajar.
Todo lo que he hecho es dar palos de ciego y ahora me lamento. Tengo un sueño roto entre manos y medio deshecho por culpa de tantas lágrimas derramadas sobre él. No consigo recordar cómo he llegado hasta aquí, pero debo borrar lo que me hizo daño y centrarme en lo que tengo entre manos, un futuro en blanco y negro que necesita visitar urgentemente la UCI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario