miércoles, 2 de mayo de 2012

Algo parecido al infierno.

Los ángeles negros son los desechos de la humanidad.
Usan corazones de piedra, medallas de almas, con garras largas y fuertes, y si son mujeres, tacones de hierro y acero. llevan anillos punzantes, que hacen heridas en la piel, pero que también atraviesan el alma y la intentan rasgar. Lo peor no es su aspecto, que aunque parezca terrorífico suelen ser preciosos, es lo que produce su sola presencia. Arrasan allá dónde van, prenden fuego a todo lo que se les acerca y cuándo ya se han marchado sólo quedan cenizas, dolor y miedo. Ahora, habiéndoos aterrorizado con estas criaturas os cuento mi secreto: estoy enamorado de un ángel negro.

Ella es mi ángel, un ángel negro, con tacones de acero y un pelo rojo como el fuego. Cruel y despiadada, malvada y sarcástica como cualquier otra pero con unos ojos azules como el cielo, que quién lo diría procediendo de las tinieblas, iluminan mi vida. Cuando estoy a su lado vivo, cuando se aleja muero y vagabundeo ensangrentado por las esquinas de mi mugrienta casa. La quiero y he avanzado en mi travesía por conseguirla. Cada vez que hago algo malo, despiadado y doloroso; como puede ser atropellar a alguien, matar a un conocido o amenazar de muerte a un niño; ella aparece me felicita, me da un suave beso en la mejilla y se va, dejándome anonadado durante un par de horas. Nunca la he hecho enfadar, por miedo, porque sé que me caería el peor de los castigos por hacerlo, pero yo la he intentado acercar al bien, haciéndola sonreír de verdad un par de veces, estremeciendo ese corazón duro como un diamante que tiene en el pecho. Nunca me ha contado porqué es un ángel negro, pero estoy seguro que un día me lo contará, seré ángel negro yo también y viviremos al calorcito de allí abajo. Juntos. Los dos.
Me ha llegado a tentar un par de veces, queriéndome excitar y, aunque no lo admita lo hizo. Estaba más caliente que el condenado infierno y nunca me deja rozarla, ni tocarla, y lo que más me duele besarla. Pero sé que alguna día llegará, y prometo que ese día el infierno actual será el Polo Sur.

Lo que más me gusta de ella son sus dos caras, la amable, dulce, incluso cariñosa, pura, celestial y bella que tiene conmigo y la malvada, oscura, despiadada y cruel que tiene con el resto del planeta y que tanto me enciende. Es la belleza personificada, quizá por eso el mal consigue triunfar, porque atrae, es apetecible, tienta. Y yo, como un trozo débil de carne que soy, he caído en sus garras de uñas negras.

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